Día del Trabajador 2025

Colegio Loyola Gumilla
1 de mayo 2025

A toda la Comunidad Educativa del colegio Loyola-Gumilla, en especial sus trabajadores,

Queridos compañeras y compañeros del Colegio Loyola-Gumilla,

En este Día del Trabajador, y en el umbral de celebrar los 60 años de nuestro colegio, quiero invitarlos a una reflexión profunda sobre el valor e impacto de nuestro trabajo en la misión educativa y social que compartimos. No es casualidad que, en este aniversario tan significativo que nos aproximamos a vivir, nos encontremos llamados a renovar nuestro compromiso con el MAGIS ignaciano: ese deseo de buscar siempre “más”, de dar lo mejor de nosotros mismos en el servicio a los demás, especialmente en tiempos complejos para nuestro país.

Nuestro trabajo en el Colegio Loyola-Gumilla trasciende la mera obligación laboral: es una auténtica vocación al servicio. Cada tarea, desde la docencia hasta la administración y el mantenimiento, es parte de una misión mayor: formar integralmente a los jóvenes de Ciudad Guayana, ciudadanos globales, futuros líderes y ciudadanos comprometidos con el bien común y la transformación social. Como nos recuerda la espiritualidad ignaciana, “en todo amar y servir” es el horizonte que da sentido a cada esfuerzo cotidiano.

La historia y el presente de la Compañía de Jesús nos enseñan que la misión educativa nunca ha sido tarea exclusiva de los jesuitas. Desde los orígenes, la colaboración con los laicos ha sido esencial y, como bien nos lo recordaba en su momento nuestro Padre General P. Peter-Hans Kolvenbach, SJ; sin la cooperación de todos los colaboradores, la misión sería imposible y carecería de eficacia. Nuestro actual Superior General P. Arturo Sosa, SJ; también nos lo subraya: somos un cuerpo apostólico llamado a “hacernos colaboradores” para que el cuerpo funcione.

La colaboración es mucho más que ayuda puntual: es una verdadera comunión de misión, donde la unidad se construye desde la pluralidad de dones, experiencias y convicciones. En nuestro Colegio, esto se traduce en el trabajo conjunto de docentes, personal administrativo y obrero, cada uno aportando desde su vocación y competencia profesional, pero todos animados por el mismo espíritu de servicio y búsqueda del bien común. La unidad no exige uniformidad ni “compinchazgos”, sino se enriquece con la diversidad y el respeto a la libertad de cada uno. La unidad nos desafía a entendernos a cada uno de nosotros como colaboradores de algo más grande que nuestra “materia” o especialidad o nuestra tarea específica o nuestro rol en el Colegio. La unidad en la colaboración nos desafía a entendernos como formadores de ciudadanos globales en una ciudad, en un país, en un cuerpo mayor, un cuerpo más grande que es la Compañía de Jesús, que es la Iglesia y el mundo entero.

La colaboración se manifiesta en múltiples formas: en cada uno de los docentes y maestros que cotidianamente se encuentran con nuestros alumnos; en los equipos directivos, pedagógicos y de evaluación que piensan, diseñan y hacen seguimiento a nuestro Proyecto Educativo con todos sus desafíos e innovaciones; en quienes acompañan a los estudiantes en su crecimiento académico, humano y espiritual desde las coordinaciones y la Subdirección de Identidad; en el personal de Servicios Generales que cuida los espacios para que sean seguros y acogedores; en el personal de Seguridad que se empeñan en mantenernos seguros y en un ambiente confiable; y en quienes desde el equipo administrativo gestionan desde su discresión, con transparencia y eficiencia, los recursos de nuestra institución. Cada uno, desde su lugar, hace posible que la misión educativa de nuestro Colegio Loyola-Gumilla sea una realidad viva y transformadora.

Nuestro últimos Padres Generales de la Compañía de Jesús nos han insistido que la eficacia de nuestra misión depende de estructuras de colaboración cada vez más organizadas y flexibles, que permitan a laicos y jesuitas discernir juntos, evaluar los frutos y corregir el rumbo cuando sea necesario. El discernimiento comunitario, tan propio de nuestra espiritualidad, nos invita a revisar periódicamente nuestros proyectos y a mantenernos abiertos a la mejora continua, siempre guiados por la pregunta planteada en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola: “¿Qué he hecho, qué hago, qué debo hacer por Cristo?”. Estamos empeñados en esto desde la implementación del Sistema de Gestión de Calidad y las comisiones que lo acompañan y llevan adelante.

La espiritualidad ignaciana que compartimos nos recuerda que la centralidad de Cristo es nuestro punto de encuentro y fuente de inspiración: somos “Amigos en el Señor”. Cristo, amigo y modelo de acción, nos impulsa a una conversión profunda del corazón que se traduce en compromiso concreto con la justicia, la reconciliación y la paz, especialmente en contextos de crisis, sufrimiento y exclusión. Nuestro trabajo adquiere así una dimensión profética y transformadora, especialmente relevante en la Venezuela de hoy.

La gratitud que hoy expreso es para todos Ustedes, porque la riqueza de nuestra obra educativa brota de la diversidad de sus talentos, trayectorias y modos de servir. Doy gracias a Dios por sus vidas, por sus trabajos y por todo el cariño y empeño que ponen: me siento orgulloso de pertenecer a un equipo tan maravilloso. Hoy, al mirar la historia del Loyola-Gumilla, vemos la huella imborrable de muchos rostros de trabajadores que, como Ustedes, han hecho posible una educación de calidad, incluyente y orientada al servicio de la ciudad y del país.

Deseo también reconocer especialmente el trabajo incansable de todos los compañeros y compañeras de la Red Apostólica Ignaciana de Guayana, la red a la cual pertenecemos como obra de la Compañía de Jesús; a los compañeros de SOMOS MAGIS, nuestro principal aliado en todas las actividades complementarias y extracurriculares; y a los compañeros del Centro de Capacitación y Formación Humana “NEKUIMA”, por esta nueva etapa en la que caminamos juntos. La gratitud que les expreso es colectiva y profunda. De nuevo: gracias de corazón por su entrega y esfuerzo, por su creatividad, por su capacidad de colaboración y por su fe en la misión que compartimos.

Les invito a seguir creciendo juntos en espíritu ignaciano, a fortalecer nuestras redes de colaboración y a mantener vivo el discernimiento comunitario. La libertad interior nos permitirá ponernos al servicio de los demás y será allí donde acertaremos, cada vez más, en esa colaboración. Que cada día en nuestro Colegio sea una oportunidad para sembrar semillas de esperanza, justicia y reconciliación, y para formar no solo buenos estudiantes, sino ciudadanos globales, hombres y mujeres íntegros y comprometidos con la transformación de Venezuela.

Sigamos adelante, animados por el MAGIS, la colaboración y el servicio,

“Ad maiorem Dei gloriam”,

Con profundo afecto y esperanza,

De Ustedes en el Señor,

P. Alejandro Vera, SJ

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?