I.

A pesar de que “la hora” de Jesús aún no llega —lo leímos el domingo pasado en el evangelio de san Juan—, Él actuó a favor de unos jóvenes esposos, liberándolos del ridículo, pues es solidario con las vicisitudes de todos los seres humanos. Este domingo próximo veremos a Jesucristo estrenarse en el apostolado que le ocupará la mayor parte de su vida terrena, es decir, proclamar la Buena Noticia que es la cercanía de Dios a nosotros sus hijos.

 

II.

El evangelio dominical le corresponde a san Lucas, quien se dirige a Teófilo, expresándole su deseo de escribir a propósito de Jesús, como ya lo han hecho otros; el evangelista pretende confirmar al discípulo en la enseñanza recibida. Inmediatamente, Lucas dice que Jesucristo regresó a Galilea por sugerencia del Espíritu Santo: su buen nombre ya se había extendido. Él solía presentarse en las sinagogas, donde adoctrinaba a los oyentes, y su predicación tenía una buena acogida.

El relato continúa, colocando al Señor el sábado en la sinagoga de Nazaret, donde se había criado: Él está de pie, en medio de la asamblea; recibe el rollo del profeta Isaías y lee el pasaje correspondiente: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor”.

Terminada la lectura, Jesús devolvió el rollo a quien lo ayudaba. Tomó asiento y dijo a los presentes: “Hoy se ha cumplido esta escritura que acaban de oír”.

 

III.

Me ha impactado desde el primer momento en que leí el capítulo cuarto de Lucas la solemnidad con que el evangelista presenta a Jesús en la tierra que lo vio crecer: un hombre en el pleno sentido de la palabra, cuyo “éxito” lo precede allí donde va. Su persona suscita expectativas entre sus paisanos. Él se deja encontrar en las sinagogas, es decir, la casa de Dios. El Jesús “de” Lucas tiene como principal misión la enseñanza. Él es Maestro. Tiene una doctrina que impartir: a Dios Padre no le es ajena la suerte de los pobres, los cautivos y los oprimidos, Él devolverá la vista los ciegos y proclamará un año jubilar, es decir, todas las deudas serán condonadas y se volverá a iniciar de cero.

Jesús Maestro, pues, regresa a la sinagoga donde se empapó de la Palabra de Dios desde pequeño. En su condición de hombre, le llegó el momento de predicar la misma Palabra al pueblo. Jesucristo da un peso específico a cada palabra que pronuncia, se sabe observado y mantiene su característico, humilde y simpático aplomo. Acabada la lectura, sabe que ha captado la atención del público. Todos penden de sus labios, atentos a lo que vendrá; Él es contundente en su “sermón”: “lo apenas oído, ya lo he cumplido. Lo que acabo de leer, lo seguiré llevando a cabo, porque para eso he venido”, dice el Señor.

Un segundo impacto me produce el evangelio lucano en su conjunto, al constatar el rol del Espíritu Santo en la vida y obra de Jesucristo; pareciera que el Señor no tiene voluntad propia, sino que todo cuanto hace y acaece en su vida es por iniciativa del Espíritu Divino. De esto hablaré en otro momento.

 

IV.

Algo nuevo ha sucedido hace un par de semanas en nuestro país, que determina un cambio sustancial, de valencia positiva. Un liderazgo colectivo, constitucional, ha devuelto la esperanza al sector mayoritario de nuestra población. Esto ha sido posible “con poco”: hablar clara y directamente a todos, con independencia de lo que piensen o digan otros actores públicos, porque se tiene entre manos el interés de la mayoría sufriente y a éste se quiere responder. Esto ha sido posible porque se ha ido al encuentro de estas mayorías, reuniéndose, empapándose de sus dolencias, solidarizándose con sus esperanzas y aumentándolas con una hoja de ruta viable, concreta, democrática. Esto ha sido posible porque, hasta hoy día, no ha habido un paso dado fruto de premuras o planes ocultos, sino del sentido común nacido de quien ha asimilado las lecciones que la historia da, porque se ha tomado la molestia de dedicarle tiempo para su debida reflexión y asimilación.

La Buena Noticia de Jesucristo es tal, porque parte de las necesidades y expectativas de las personas. Al fin llegó a mis oídos lo que durante tanto tiempo anhelé escuchar. Este mensaje enciende una vez más el fuego de mi corazón, y dispara al infinito mis sueños de libertad y bienestar para mi rico pobre país. El Señor Jesús cumple lo que promete.