I.

En el capítulo seis del evangelio de san Juan aparece el famoso discurso sobre “el pan de vida”: Jesús, después de haber dado de comer a más de cinco mil hombres, alecciona a los beneficiados para que se ocupen de lo que realmente Dios Padre espera de ellos, sus hijos. La lección puede ser provechosa también para nosotros.

 

II.

El gesto se produce después que Jesucristo se compadece de la chusma que lo sigue, pues esas personas andan como ovejas sin pastor, es decir, desorientadas, descuidadas y hambrientas. Del amor que nace de lo más hondo de su ser, involucra a sus discípulos para que hagan suyas las necesidades de los excluidos de todos los tiempos, y realiza el milagro del compartir, demostrando además la presencia del Reino de Dios cuando de lo poco saca mucho fruto, así como un granito de mostaza da paso a un hermoso y acogedor árbol. El hambre del otro, se convierte pues en un problema mío, al cual debo responder creativa y responsablemente.

Para Jesús está claro que la escasez de alimento se convierte en mecanismo de control en manos del poderoso de turno; igualmente le resulta cristalino que parte de la muchedumbre que lo sigue lo hace interesadamente, o sea, unos pocos quieren comer sin trabajar. Porque Jesús quiere personas libres, y no parásitos, es que pone las cosas en su lugar, corriendo el riesgo incluso de pasar por antipático: la vida, una vez que se procura el alimento, debe procurar creer y trabajar en favor de la Vida, y pasar a comulgar con Aquel que es el Pan de Vida, porque bajó del cielo, o lo que es igual, Dios que viene a nosotros, para llevarnos donde está Él.

 

III.

Entre mi gente, es tema obligatorio lo magras y menos frecuentes que son las bolsas de alimentos distribuidas en nuestro rico pobre país. Mi madre siempre me pregunta qué opino a este propósito, y mi respuesta es siempre la misma: “desearía que no existieran”. Quiero llevarme a la boca el fruto de mi trabajo honesto, animado por mi condición cristiana, que me invita a hacer hoy realidad el Reino venidero, al tiempo que contemplo compasivamente cómo Dios vence al mal con su bondad. Se me remueven las entrañas al constatar que mi gente no está solamente descuidad y hambrienta, sino también resignada. Y esto no puede ser, sencillamente porque el Señor Dios no lo quiere.

La mejor forma de romper todo círculo o relación viciosa es precisamente “mirando al hombre que vino de Dios”.

 

IV.

María Callas tiene una canción que dice “Durante ese dolor, llegó el Amor. Una voz llena de armonía decía: ‘Sigue viviendo. El cielo está en tus ojos. A pesar de que te rodean barro y sangre, eres divina. Yo soy el Dios que desciende del cielo a la tierra, para hacer de la tierra un cielo. Yo soy el Amor’”.

“Barro y sangre” nacionales parecen buscar que nos resignemos, perdiendo nuestra dignidad, nuestra condición divina, proveniente precisamente de Aquel que vino a hacer de esta tierra un cielo, y que nos conformemos con una bolsa de unos pocos alimentos. Pero hemos de estar más claros que nunca que, para que haya “pan” debe haber antes “Vida”.