Puerto Ordaz, julio de 2020
GENERACIÓN CON FUTURO
Palabras a la Promoción LII del Colegio Loyola Gumilla
Vengo del futuro
Tengo un amigo muy querido que me relató lo mal que la estaba pasando al saber que tiene a su hija menor viviendo en Argentina. Apenas llegar al país austral, la joven quiso informarse sobre la situación que encontraría; su acompañante de habitación, con más tiempo allá abajo, le pintó un panorama catastrófico, pretendiendo desanimarla y aconsejándole de volver a casa. Después de haberla escuchado atentamente, la recién llegada respondió: «vengo del futuro». Es decir: «lo he visto todo; nada me desanimará». Esa es la actitud, a mi juicio.
Personalmente, no sabía de dónde provenía la frase hasta que me obligaron a ver la afamada serie alemana trasmitida en Netflix, Dark, donde en reiteradas ocasiones algunos personajes afirman proceder del futuro. Se trata de un argumento apocalíptico, mezclando la ciencia ficción con el suspenso, aliñado además con cuestiones físicas, matemáticas y filosóficas. El hecho es que, en Dark, el mundo se acabará el pasado 27 de junio; y eso hay que impedirlo a toda costa. Solo quienes vienen del futuro, pueden impedir el apocalipsis.
El comentario viene a colación porque periodistas venezolanos y españoles me preguntaron si no estamos en presencia del fin del mundo: naciones en guerra, hambrunas y muertes tempranas e injustas, pandemias y harto desempleo, la producción a escala mundial fuertemente comprometida y la voluntad humana quebrada ante tanta desolación. Como es de suponer, muy a pesar de que estas realidades estén presentes, afectándonos, no puedo concluir que el mundo se esté acabando.
El mundo no desaparecerá, espero. Ahora bien, el mundo que conocí antes de septiembre 2019 sí se acabó, dando paso a otro donde estoy llamado a aprender a rezar, trabajar y vivir. Escribir estas líneas, pues, no me resultó sencillo; la apremiante situación me dificultó esta tarea. Y porque compartimos la misma realidad, intuyo que tampoco es fácil para ustedes, Promo LII, sobrellevar su pesada carga.
Ustedes que dejan el Colegio este mes irán a vivir, estudiar y trabajar en un mundo cuyo presente está seriamente golpeado. El panorama pinta mucho más desolador si nos damos cuenta de que el virus intracelular viene a sumarse a otras «pandemias» presentes en nuestras tierras, que son de vieja data. Esto vale para el resto del planeta, con la diferencia de que otros países han sabido afrontar la pandemia, y no están a ras de suelo como nos hallamos nosotros, desgraciadamente.
La primera idea que deseo trasmitirles desde el fondo de mi corazón es ésta: el COVID-19 ha cobrado más del medio millón de personas, pero también nos ha fortalecido. Al abalanzarse sobre ustedes el coronavirus, éste los ha convertido en una generación fuerte, cuya muralla infranqueable les permitirá afrontar exitosamente los retos intelectuales y laborales que les esperan. Ustedes son personas que pertenecen al futuro.
El hombre rudo
Llegué al Loyola Gumilla en septiembre de 2017. En estos años, he sido testigo presencial privilegiado de palabras nacidas del corazón, dirigidas de parte de padres y padrinos a quienes los precedieron: fueron discursos sinceros, emotivos, cargados de honestos parabienes a las generaciones anteriores. Sin embargo, siempre eché de menos dos aspectos que para mí son fundamentales. El primer aspecto es el institucional-directivo, mientras que el segundo tiene que ver con la constatación de que el fracaso está al voltear la esquina.
Con respecto al primer aspecto, el énfasis se pone en el alumno, capaz de afrontar toda eventualidad (una especie de adalid, de campeón a prueba de balas), y algún docente, generalmente cercano, simpático. Las referencias a todo cuanto implica una institución educativa y la realidad donde está inmersa, brilla por su ausencia, dando la sensación de que la educación hoy día consiste en la relación establecida entre el alumno y algún que otro docente. Por muy extraño que pueda resultar, cada vez que alguien emprende este modo de concebir lo sucedido aquí en el Loyola Gumilla, no hace sino exacerbar el individualismo ramplón, que no enriquece a las personas porque sencillamente no es capaz de tomar en cuenta a aquellos que les resulten antipáticos o más normativos e institucionales. Cada vez que alguien emprende este modo de concebir lo sucedido aquí en el Loyola Gumilla, pertenece a la generación de la posverdad. O sea, la Verdad objetiva ya no existe, sino que algo es «verdad» si «me gusta». Se acepta la verdad, no por su propio peso, sino porque no es aburrida. Se aprecia al docente, no por sus competencias, sino por ser chévere. Y no pretendo caer en generalizaciones.
Con relación al segundo aspecto, éste tiene que ver con los fracasos no queridos por nadie, pero presentes en nuestras existencias. Un amigo me comentaba que no sabía cómo utilizar la agenda 2020 que compró, y lo entiendo perfectamente. Una de las grandes lecciones que nos ha dejado la pandemia es lo lábil de nuestra vida, y cómo lo que solemos programar con antelación y cuidado, se viene abajo de la noche a la mañana. Se nos insiste en que triunfaremos, en que el cielo es nuestra meta, en que superaremos todos los obstáculos y en que no hagamos caso a quienes nos digan que no podremos. Y esta es la actitud correcta; pero no es la única actitud. Debemos igualmente estar conscientes de que el fracaso, el dolor, el sufrimiento y los planes frustrados están y no dejarán de estar presentes a nuestro alrededor. Si obviamos de nuestras vidas esta verdad, nos convertiremos en lo que alguno ha llamado «el hombre rudo». Es decir, una persona que cree y siente que todo lo puede, pero que, ante las eventualidades y reveses, se hunde porque es frágil, porque no sabe asimilar las derrotas. Son personas que no entienden que incluso Lionel Messi puede fallar un penalty.
He aquí, entonces, la segunda idea que deseo trasmitirles: solo quienes hemos encarado la dureza de esta situación pandémica, y no hemos retrocedido en lo más mínimo, somos aquellos que venimos del futuro y somos hombres y mujeres con futuro. Tendremos futuro porque este presente no querido por nadie en el mundo, no nos detiene; hemos aprendido del fracaso y las derrotas. Somo fuertes, no porque ganamos siempre, sino porque el fracaso es una ocasión para aprender si lo asimilamos como se debe. Ustedes no son jóvenes rudos, sino Loyola del futuro y con futuro.
La generación perdida
El pasado 27 de marzo de 2020, el P. Guillermo García Tuñón, rector del Colegio Belén de Miami, dirigió un discurso a los alumnos que, al igual que ustedes, culminaron sus estudios este año. Lo tituló «A mis muchachos». En su escrito, el P. García Tuñón recordó cómo en 1961 el gobierno de Fidel Castro cerró el Colegio Belén de La Habana —inmediatamente después, se trasladó a Florida y allí reabrió sus puertas, y hasta el día de hoy continúa prestando sus servicios en suelo norteamericano—, expulsó a los jesuitas, y mutiló el proceso educativo de los muchachos, quienes no pudieron celebrar su acto de grado ni las consabidas fiestas.
A estos estudiantes se les conoció como «la generación que nunca se graduó». Para ellos, y para ustedes, no hubo un teatro acondicionado que los esperara, padres, representantes y familiares engalanados, llenos de orgullo por el camino recorrido y la meta alcanzada, un podio con la directiva del Colegio, ni padrinos y representantes estudiantiles pronunciando sendos discursos; no hubo caravana ni festejo. Solo hubo un sueño perdido y una agenda truncada intempestivamente. Solo hubo diplomas y certificados consignados por Secretaría. Solo habrá una eucaristía por Instagram donde podrán asistir un poco más de una docena de personas.
García Tuñón afirma que sus muchachos podrían vivir como si lo perdieron todo. Pero hay una cosa que el coronavirus no les quitó: la valentía. Haber culminado sus estudios en semejantes condiciones significa que ustedes no tuvieron miedo, así como tampoco tuvieron miedo los docentes, que no sabían del todo cómo llevar adelante unos estudios así concebidos. No tuvieron miedo los papás, sobre todo los más impreparados, en acompañarlos en los deberes y tareas. No tuvo miedo el Colegio al garantizar que el año académico 2019-2020 terminara lo más decentemente posible.
Finalmente, el P. García Tuñón señaló que, gracias al empecinado esfuerzo de otros dos Padres jesuitas, después de unos cuarenta años lograron juntar a los integrantes de esa «generación perdida» para celebrar su graduación. Fue un día tan emotivo como el que soñaron en 1961.
Termino, entonces, con la tercera idea a compartir con ustedes: llegará un día—permita Dios que sea lo más pronto posible— en que nos juntaremos para celebrar su graduación; hoy lo hacemos de manera virtual, gracias al esfuerzo no ya de dos sacerdotes jesuitas, sino de sus padres y representantes, que no se dejaron vencer por las circunstancias y nos ofrecen creativamente esta alternativa. Estoy completamente seguro que nos veremos nuevamente, como valientes Loyola, y celebraremos su graduación. Nos daremos los abrazos que nos debemos y festejaremos en grande.
Promoción LII, ustedes son la generación para el futuro. Ustedes son quienes celebran las victorias con humildad, y aprenden de los fracasos con inteligencia. Ustedes son la generación que no tuvo miedo, y se decidió a continuar con sus estudios en lugar de victimizarse y rendirse. Ustedes son, con todo derecho, Loyola valientes. Pido a Dios y a María Santísima susciten en ustedes el deseo de hacer algún día los Ejercicios Espirituales, legado de san Ignacio de Loyola a la Iglesia y la Humanidad necesitada de conectarse con lo mejor de sí misma y con su Creador.
El Señor los bendiga a todos,
Luis Ovando Hernández S.J.
Rector