Job es uno de los personajes más populares de la Biblia. Personas de todos los tiempos y culturas conocen su historia. Muchos refranes recogen episodios de su vida, especialmente con relación a su paciencia ante tanta enfermedad y sufrimiento padecidos. 

Detrás de cada capítulo de este libro sapiencial, se esconde la intención de su autor de responder a una inquietud secular. Es decir, por qué a las personas buenas, honestas y coherentes les va mal. “¿Por qué me suceden a mí estas cosas, si siempre he procurado actuar correctamente? “, habremos dicho o escuchado al menos una vez.

De igual manera sucede con Job. Una vez que fuera golpeado por tantas calamidades, que destruyeron sus bienes adquiridos con tanto trabajo, llegando incluso a enfermarse hasta el punto de padecer el desprecio de quienes se llamaban sus amigos, Job no tiene reparo en lamentarse por su mala suerte, así como tampoco tiene reparo en mantenerse fiel a Dios, a quien ama y sigue en las duras y en las maduras. 

 

Cuerpos postrados

Jesucristo dio inicio a su predicación sobre la llegada del Reino de Dios, nuestro Padre. Si bien es cierto que los evangelios no poseen una definición única de qué sea el Reino, sí nos aproxima poco a poco a su comprensión, mediante las palabras y gestos de Jesús. Nada mejor que la persona entera del Señor para entender su predicación e invitación a participar en esta hermosa empresa. 

Si queremos comprender, pues, qué compone el Reino de Dios, es necesario contemplar con particular interés cómo se comporta Jesús, y qué dice Jesús en cada página de la Escritura Sagrada.

Una de las características del Reino es la promoción, propagación del bien a las personas consideradas individual y colectivamente. Los mejores discursos de Jesús son sus obras.

En su paso en medio de su pueblo, Jesús encuentra muchísimas personas golpeadas por injusticias y enfermedades, exclusiones y vejámenes; el demonio habita a sus anchas en los seres humanos. Jesús encara todas estas realidades, poniéndoles coto, haciendo el bien, curando, reinsertando en el grupo. 

 

Sanados para el servicio

Nos hallamos con el caso concreto —e igualmente famoso, como la figura de Job— de la curación de la suegra de Pedro. Se trata de una mujer golpeada por una enfermedad que la mantiene postrada en su cama. 

El Señor, sin decir absolutamente de la mano y le devuelve su vida íntegra. Ella, repuesta del morbo que la tenía disminuida, se levantó y se puso a servir. 

Acá tenemos otra nota característica del Reino. Quienes somos favorecidos con la llegada de Jesús en nuestras existencias, dedicamos nuestras vidas al servicio, consiguientemente. 

Solo por referirme a lo que sucede en nuestro suelo, son muchísimos los venezolanos postrados por tantas “pandemias” desde hace un buen tiempo. Nuestros connacionales se desconsuelan además buscando una respuesta a tanto dolor a su alrededor y que ellos mismos padecen.

Si la Biblia es un faro que ilumina las borrascosas noches de tormenta, aprendamos entonces a mantenernos firmes en Dios, y que la superación de los tantos males, nos motive a trabajar en favor de aquellos que continúan aún golpeados por el mal. Llevemos esperanza y bien a nuestra realidad.