La diversidad de situaciones que se suceden en la cotidianeidad, en forma global, ha dado lugar a problemas de sociabilidad en los hijos que inquietan a los padres, a quienes cada día se les dificulta la consecución de conductas deseadas llegando inclusive a preocuparse de las conductas “agresivas”, sintiéndose frustrados por la presencia de las mismas y la baja efectividad para controlarlas.

La agresividad, es un acto impulsivo que conlleva algún tipo de lesión física o verbal a sí mismo o a otros, la cual está asociada a varias condiciones (orgánicas, sociales, familiares, etc.) y, genera malestar, requiriendo una atención inmediata para regular las emociones encontradas que producen la manifestación de conductas negativas; acto que requiere una educación en habilidades sociales (inteligencia social) desde edades tempranas para favorecer un sano desarrollo socio afectivo en los hijos y, potenciar sus capacidades de adaptación al entorno donde se desenvuelvan.

De acuerdo a los investigadores en la materia, existen seis tipos de agresividad a saber:

  • Por obstinación.
  • Por educación blanda o irregular.
  • Por educación represiva.
  • Por influencia de los medios.
  • Por conflictos internos.
  • Por constitución hederitaria.

Agresivos por obstinación: Actitud que tiende a ser normal según la edad o etapa evolutiva, donde se debe mantener una disciplina y corrección oportuna, evitando la reprimenda excesiva o la actuación con debilidad, ya que tal obstinación puede volverse crónica o difícil.

Agresivos por educación blanda o irregular: Los niños consentidos suelen volverse violentos porque siempre han tenido la sensación de que nada se les resiste. Se les han acostumbrado a no diferir la satisfacción de una necesidad ni han tenido la experiencia de caprichos frustrados. La educación irregular también produce agresividad. El padre duro y la madre blanda y viceversa; o los dos, unas veces exigentes y armando un escándalo por cualquier cosa, y otras veces compensando afectivamente por sentirse culpables. Con lo cual los hijos chantajean a los dos y no acaban de aprender a diferir la satisfacción de sus necesidades.

Agresivos por educación represiva: La educación injusta o represiva también produce actitudes agresivas. Es injusto no conceder las cosas razonables sistemáticamente; o llevar a rajatabla el principio de tratar a todos por igual (lo cual es injusto con el menos favorecido), o las comparaciones odiosas que siempre despiertan el odio y cargan la batería de la agresividad.

Agresivos por influencia de los medios: Por lo general, los niños pasan muchas horas ante la televisión, con miles de imágenes agresivas y escenas tensas cuya única solución es el disparo o el arma blanca, o ante videos juegos con perfiles agresivos.

Agresivos por conflictos internos: Hay conflictos internos más o menos normales que reflejan una agresividad evolutiva normal. A veces se expresan a través de grandes accesos de cólera, gritos y espasmos respiratorios, tartamudeos que duran días, o las clásicas manifestaciones de hipermovilidad, provienen de conflictos internos normales y por tanto pasajeros. Sin embargo, pueden aparecer estados duraderos de conflicto interior, con frecuentes ataques a personas y cosas, continuas peleas y trampas en juegos, desafíos a iguales o a educadores. ¿Qué decir de esta agresividad? Quizá se deban a necesidades básicas no satisfechas a un nivel mínimo, como por ejemplo la necesidad de afecto, de pertenencia, de realización (ningún área de éxito personal). O bien, puede haber una educación muy represiva o con malos tratos. Pero también pueden existir causas extrañas relacionadas a la personalidad que requieren ayuda especializada.

¿Agresivos por constitución hereditaria? No es que se nazca agresivo, sino que se puede nacer con un sistema nervioso irritable, hipersensible; y la situación de hermano, por ejemplo, le puede volver celoso y envidioso; y una educación desigual o blanda le convierte en vengativo o agresivo. Hay niños con sensibilidad exagerada, que tienen reacciones desproporcionadas al estímulo exterior. Ante un grito o una voz fuerte palidecen. Suelen ser niños sobresaltados, coléricos, excesivamente impresionables, con frecuentes crisis de cólera, que duermen mal, etc. Probablemente se trata de trastornos orgánicos para los que se requiere la visita a un especialista.

Algunas orientaciones:

  • Muéstrese sereno pero enérgico. Por un lado procurando que sufra las consecuencias de sus actos. Ejemplos cotidianos y sencillos: «si has tirado esto ahora recógelo y ponlo en su sitio»; «esta semana me has tomado el pelo, quedamos que ibas a estudiar dos horas diarias y no lo has hecho, mañana sábado recuperarás el tiempo perdido». Es el castigo «no anunciado» que se dice cuando han pasado las cosas.
  • Evite hacer amenazas que no cumpla. Por ejemplo: si sigues así, el sábado no saldrás de casa».
  • Tener coherencia minimizando los sermones continuos y exclamaciones. Por ejemplo:»¿pero cómo dejas todo eso tirado por el suelo?» (y luego la madre va y se lo recoge).
  • Evitar la amargura. Si sabemos que ese niño tiene unas causas orgánicas por las que no es culpable, entonces no le odiamos y le vemos con serenidad. Cuando el niño percibe la cara irritada y despectiva con que le miramos, no se anima demasiado a desactivar su agresividad.
  • Proporcionarles desahogos físicos y culturales, como deporte, música, arte, aficiones personales, movimiento. Todas estas cosas son magníficas, descargan los nervios y la agresividad, proyectan fuera emociones ocultas, proporcionan realización y éxito, que todo niño necesita para salir adelante.
  • Proporcionarles ocasiones de nuevas relaciones sociales, con grupos de niños o adolescentes distintos, con los que puede empezar a desarrollar nuevas actitudes de pertenencia.
  • Proporcionar a un niño agresivo ocasiones de sentirse útil a los demás, es algo muy terapéutico.
  • Crear una estructura en el hogar que atienda la recreación, adecuados hábitos en el dormir, comer y, en ver programas de TV o videos juegos etc.
  • Darles afecto personal y ayudarles a expresar las emociones, lo que es una buena táctica para ayudar a resistir las frustraciones, pero también la estrategia del «no». Se deben dar razones del «no» con inteligencia y corrección, apelando a criterios éticos y sociales, sin ceder al chantaje afectivo.

Nadie es agresivo por que quiere serlo, de allí, que debemos revisar a qué están expuestos nuestros niños, niñas y adolescentes, ayudándoles a gestionar eficazmente sus emociones.

Fuente: Fernando de la Puente
Revista Padres y Maestros, No. 278, septiembre 2003.

Psic. Adriana Salazar
Centro de Orientación