Puerto Ordaz, 26 de julio de 2020

 

«UN CORAZÓN SABIO E INTELIGENTE»

Homilía en el Décimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario

Eucaristía en acción de gracias por la LII Promoción de Bachilleres

 

 

            Dame un corazón dócil, para discernir el bien del mal

Existen amantes de la educación cuya aspiración primordial es alcanzar la sabiduría. Este deseo ha sido expresado a lo largo de la historia por personajes variopintos, siendo el más famoso de todos, el rey Salomón. Hemos de suponer que el Rey alcanzó este estadio tan codiciado, no solo por el hecho de haber dedicados años a la adquisición de conocimientos. Entre las muchas competencias que poseía este hombre, está el hecho de haberse distanciado del mal ejemplo que le diera su padre, el rey David —uno de los predilectos de Dios, a pesar de su carácter violento, guerrerista—, sino que al igual que muchos otros en Israel, Salomón prestaba mucha atención a sus sueños, medio a través del cual el Señor se comunicaba con él.

Pero no solo. Al llegar al trono, a diferencia de los que lo precedieron, Salomón no pide de Dios larga vida o riquezas, poder absoluto o ver derrotados a todos sus enemigos; Salomón le pide a Yahvé un corazón dócil para poder gobernar al pueblo. Le pide asimismo discernimiento, para saber distinguir el bien del mal, y así gobernar rectamente esa gran nación. Estas peticiones le son gratas a Dios.

La sabiduría proviene entonces de su capacidad de prestar atención a sus sueños, de colocar a Dios en su función real, de pedir lo que un funcionario público requiere para ejercer bien su papel, y de temer a Dios. Es decir, de cumplir su voluntad, entendiendo que la grandeza de ese pueblo no le viene de su número o poderío militar, sino de que es el pueblo escogido por el Señor. Israel no le pertenece a Salomón, sino a Dios. Salomón es sabio porque entendió que la sabiduría viene de Dios, y se la pide para sí.

He aquí pues la primera invitación que nos presenta la Palabra de Dios: no podemos perder nuestra capacidad de soñar. Nuestra actual situación de vernos golpeados por más de una pandemia, pudiera apagar esta posibilidad de los seres humanos de sobreponernos a lo dado, promoviendo en nuestro interior la sedentarización, la resignación y la victimización. Es de sabios no dejar morir nuestros mejores sueños y aspiraciones. Es de sabios entender que todo rol público que ejerzamos, no es para provecho propio, sino para servir a los demás. Es de sabios pedir a Dios luz, para distinguir lo bueno y o correcto, de manera que nuestra actuación sea lo más coherente posible con los principios que profesamos. La fuente de la sabiduría de Salomón no está en su intelecto, sino en su corazón. Con otras palabras: es una persona íntegramente sabia, porque la sabiduría reside en su corazón, que es el centro de todo ser humano.

 

No aspiramos a ser solo sabios; buscamos ser glorificados

Hemos escuchado un par de versículos del capítulo octavo de la carta de Pablo a la comunidad cristiana de Roma. Es un pasaje inspirador, que rezuma poesía. Hay un crescendo en la lectura. Se empieza afirmando que quien orbita alrededor del amor divino, todo cuanto se cruza en su camino le sirve para obrar siempre bien, de acuerdo a la voluntad de Dios.

En esta lectura se halla otro elemento que salta a la vista: los hombres que aman a Dios tienen una actitud pasiva, pero no inactiva. El primer paso lo da siempre el Señor: él es quien predestina a los que él llama; a quienes él llamó los perdonó, y perdonándolos los glorificó. Es decir, posibilitó que estas personas se parezcan a él, del mismo modo que Dios se parece a nosotros en su Hijo Jesús, nuestro Hermano.

Estamos en presencia de un aspecto que se suma a lo dicho sobre la primera lectura: las personas sabias se parecen cada día más a Jesús. Tomar a Jesús como ejemplo a seguir, como paradigma de vida, es cosa de sabios.

Este mundo en que vivimos se nos ofrecen modelos a imitar. En este domingo, quiero ofrecer a todos los graduandos un sueño que pueden acariciar, buscando hacerlo realidad con sus vidas. Busquemos parecernos siempre más a Jesús en nuestro cotidiano. A los jóvenes graduandos de la Promoción LII les sugiero pensar en la posibilidad de abrazar la vida religiosa, y porqué no, hacerse jesuitas.

Así como muchos de ustedes sueñan con ser profesionales competentes y exitosos, contemplen la opción de entregar su vida al Señor, como posibilidad real de servir con corazón dócil a este pobre rico país llamado Venezuela, aprendiendo y enseñando a distinguir lo bueno de lo malo. No serán solo sabios; serán felices también.

 

Lo nuevo y lo antiguo

            Una de las grandes aspiraciones de la Humanidad es la felicidad. Para ello estudiamos y trabajamos, para ello buscamos amar y ser amados. Es evidente que ni el estudio ni la actividad laboral nos alcanzan la felicidad por sí mismos, pero sí juegan a su favor.

La parábola de este día habla de dos hombres que buscan su felicidad. Ambos son “coleccionistas”. O sea, ambos son dos conocedores, expertos en tesoros y perlas finas, que seguramente ya recolectaron a lo largo de sus vidas. Pero estos hombres son igualmente inconformes, no se dan por satisfechos, sino que saben que hay algo más valioso que espera ser descubierto por ellos. No se están cómodamente sentados, esperando que les caiga del cielo lo que tanto ansían.

Estos hombres son protagonistas de su propia historia. Son dos personas activas, en movimiento. Pero no buscan su felicidad fortuita o azarosamente, sino que saben perfectamente qué están buscando, y que finalmente terminarán hallando: Jesucristo es el tesoro de valor incalculable, la perla fina que todos pretenden. Quienes lo encuentran, lo dejan todo por quedarse con Él, por quedarse junto a Él.

Esta verdad no está reñida con nuestros sueños. Podemos aspirar a realizarnos como personas, alcanzando las metas que nos trazamos. Pero démonos cuenta de que nada de lo que hagamos o en lo que nos especialicemos, está en oposición con llevar a Jesús por dentro, que Él nos habite hasta que lleguemos a transparentarlo dentro de nuestras posibilidades. Quiero concluir con una última idea que aparece en el evangelio de hoy, que amerita ser interpretada. Jesús afirma que un escriba —un estudioso de la Biblia— que entiende el Reino de Dios, se parece a un padre de familia que va sacando del baúl lo nuevo y lo antiguo.

Existe un fenómeno bastante arraigado entre nosotros los seres humanos, que afecta no solo nuestras acciones, sino la manera de concebirlo todo. Es el cliocentrismo: “es creer que tu momento histórico o tu generación es mejor que las demás” (Cf. Fernando Vidal, La revolución del padre, Ed. Mensajero, Bilbao 2018, p. 88). El efecto social más inmediato es el desprecio o la minusvaloración de todo aquello que nos ha precedido. Lo que realmente vale la pena es lo que comienza con nosotros —afirman los cliocentristas—; la historia empieza con nosotros. El pasado no cuenta. Nada más contrario al Colegio Loyola Gumilla que el cliocentrismo.

La gran mayoría de ustedes han sido protagonistas de la historia de esta institución los último trece años. Ustedes han hecho historia, pero son también parte de una historia que en nuestro caso llega a cincuenta y cinco años. Ustedes son parte de la familia jesuítica, con sus cuatro Colegios en Venezuela y ochocientos veintiocho Centros Educativos esparcidos por el mundo entero. A ustedes les precede una tradición viva, de la que podemos sentirnos orgullosos. Ustedes han escrito sus nombres en los anales de la historia de Puerto Ordaz, porque la historia de la ciudad está íntimamente ligada a la del Colegio Loyola Gumilla.

Retomando nuestro tema inicial. La sabiduría viene de Dios, y ésta consiste en tener siempre presente al Señor en los distintos episodios de nuestras vidas. Jesucristo se nos ofrece como modelo de hombre sabio a quien podemos imitar. Los sabios son aquellos que saben apreciar lo antiguo y lo nuevo de esta vida. Lo añejo no es sinónimo de rancio, sino de aquello que ha alcanzado su punto justo. Lo nuevo no es sinónimo de moda, sino de apertura histórica. Dios es siempre nuevo si se lo compara con lo desvencijado de la realidad. Bachilleres, aspiren a la sabiduría, pidan la sabiduría, lleguen a ser, además de educados profesionales, hombres y mujeres sabios.

 

Luis Ovando Hernández S.J.
Rector