I.

¡Feliz inicio de año! Este humilde aporte ha sufrido ciertas variaciones al poco tiempo de haber visto la luz: pasó de sábado a jueves, de ser un artículo de opinión también en su formato impreso a únicamente digital; mi intención se mantiene, es decir, poder compartir con los lectores la Palabra de Dios bajo el prisma de nuestra condición cristiana acá en Ciudad Guayana. Concretamente, ello ha supuesto abordar las lecturas dominicales de la liturgia católica, colocándolas en diálogo con la realidad, tratando temas que se desprenden de la Sagrada Escritura y de nuestro día a día.

Mi intención pues se mantiene al comienzo del calendario, esperando poder satisfacer las expectativas que me llevaron a poner sobre esta platea mi fe en consonancia con su inteligencia, de manera que crezcamos en más conocimiento y más amor a Dios y a nuestros hermanos.

El artículo aparece hoy jueves diez de enero de 2019, un día emblemático para nuestro hermoso, pobre y rico país. Evidentemente, aún tienen que darse una serie de eventos para poder sopesar sus consecuencias; en el ínterin, encomiendo sobremanera a Venezuela, de modo particular a los excluidos de todos los tiempos, y a las víctimas que esta situación ha creado. Hablemos y dejémonos guiar por la Biblia.

 

II.

Las lecturas dominicales de la celebración litúrgica católica resaltarán el Bautismo de nuestro Señor: Jesús se hizo bautizar por Juan. Este paso, dado por pura iniciativa de Jesucristo, inaugura su vida pública y lo que será su misión entre nosotros. El relato de cómo aconteció el bautismo del Señor es más bien parco en detalles: el evangelio de Lucas comienza con la aclaratoria de Juan el Bautista de que él no es el Mesías, que su bautismo es con agua —es decir, un bautismo “de arrepentimiento”—, mientras que el Mesías bautizará con Espíritu Santo y fuego; acto seguido, el evangelio afirma que Jesús se bautizó, y que mientras oraba se abrieron los cielos y se oyó la voz de Dios Padre, acogiendo con los brazos abiertos el gesto de su Hijo.

El profeta Isaías y los Hechos de los Apóstoles pondrán de relieve en qué consiste la misión que Dios ha puesto en las manos de Jesús: el primero en términos utópicos, mientras que los Hechos dan fe de que el Señor Jesús cumplió cabalmente su compromiso.

Hoy día, al igual que en tiempos de Jesús, el bautismo se concibe como un sacramento “iniciático”, o sacramento base: con el bautismo tiene “inicio” todo lo demás dentro de la comunidad cristiana; sin el bautismo no pueden darse los demás sacramentos, por eso es “básico”. Una vez que decidimos bautizarnos, o bautizar a nuestros chamos, nos comprometemos asimismo a vivir esta condición en nuestro cotidiano. Con otras palabras, nos comprometemos a seguir el ejemplo que Jesús.

 

III.

Es evidente que Jesús no necesitaba el “bautismo” que Juan confería, sencillamente porque no hay nada malo en Él que el agua —simbólicamente— purifique.  Su bautismo debe entenderse, más bien, como la “presentación de la hoja de ruta” que pretende recorrer: su misión consiste en “hacerse” Hijo, colocándose en la misma fila de los pecadores, necesitados de Dios, que asisten masivamente al río Jordán para que Juan los bautice.

De igual forma, según las palabras de Isaías, su misión consiste en establecer la justicia y el derecho con misericordia, con paciencia, optando decididamente por aquellos que sistemáticamente los poderosos de todos los tiempos oprimen incluso con sus estructuras amañadas; el Señor toma partido por los excluidos, por todos los que hacemos colas para rasguñar lo que por hecho y derecho nos corresponde, sencillamente por ser personas. Su misión consiste en inaugurar —y animarnos a hacer lo mismo— nuestra liberación: abriendo nuestros ojos ante tanta ceguera incluso nacional, que distorsiona nuestra apreciación de la realidad y entorpece nuestros juicios, sacándonos de nuestras prisiones, especialmente de las cárceles mentales y también de las reales, liberándonos de las mazmorras de las tinieblas, en que nos tiene tanta ideología que únicamente deteriora más y más nuestra calidad de vida, trayendo incluso la muerte, porque está dispuesta a sacrificarnos a los seres humanos, antes que ceder al principio de realidad.

Para los Hechos de los Apóstoles, Jesús pudo completar su misión porque Dios estaba con Él, y Él con Dios Padre. De esta relación nace y se concreta su deseo de hacer el bien: nos hace bien tener a Dios por interlocutor. Es bueno promover y practicar la justicia en todos los niveles y espacios de nuestras existencias. Es beneficioso predicar y favorecer la paz, el reconocimiento de nuestra condición de hijos de Dios, de hermanos entre nosotros.

 

IV

Todo inicio humano tiene la propiedad de nutrir la esperanza. Tenemos la sensación, que gana en musculatura a medida que pasan los días, de que el tiempo que empieza trae consigo mejoras notorias, de que nos irá mejor, de que todo se encausará de acuerdo a nuestros proyectos. Esta experiencia debe promocionarse y mantenerse a como dé lugar.

Por lo que respecta a Venezuela, la realidad se empecina en desdecir lo anterior: vamos aceleradamente al fondo de lo peor, para vivir situaciones inimaginables por la gran mayoría de nosotros, y que ya muchos de nuestros connacionales padecen. Y, no obstante este desastre inconmensurable, estamos invitados al comienzo de este año, a mantenernos arraigados en nuestra esperanza: nuestra misión es cultivar la relación con Dios. Nuestra misión es pasar haciendo el bien: predicando la justicia y sembrando paz. Nuestra misión es comprometernos con la filiación y la fraternidad.

Este es, a mi juicio, el bautismo con Espíritu Santo y fuego que Jesucristo nos trae, y del que Juan el Bautista fue precursor con su bautismo de agua. Al comienzo de este 2019, pido a nuestro Dios nos confiera la gracia de vivir en esta tierra, nuestra condición de bautizados.