I.
Simón Díaz editó un disco donde contaba, antes de cantar, el contexto en que se habían dado o compuesto la canción en cuestión. Él tiene una tonada titulada “Todo este campo es mío”; allí habla de la “divina soledad”. De mi experiencia extraigo que existen soledades: hay soledades “divinas”, y hay soledades que nos consumen. De las peores que he vivido, está el sentirse solo no obstante se esté rodeado de personas.
Lo anterior viene a colación por las palabras del evangelio de Marcos, que se leerá en todas las iglesias, que me llevan a pensar en la soledad de Jesús, cómo la vivió y qué enseñanza supone esta vivencia suya para nosotros hoy.
II.
Nuevamente nuestros ojos tienen frente a sí un pasaje del profeta Isaías, referido al “Siervo sufriente” de Dios y que en otras ocasiones he afirmado que esta figura del Antiguo Testamento ayudó a los discípulos de Jesús a comprender mejor la Pasión del Señor, dando esta nueva comprensión un mayor empuje para continuar con la obra que Jesús de Nazaret había iniciado.
Quien fuera triturado por la injusticia, entregó su vida a nuestro favor e hizo “prosperar” lo que Dios había proyectado para nosotros, cargando con nuestros pecados. De un tenor similar es el mensaje de la Carta a los Hebreos, que afirma que Jesús es Sumo Sacerdote, que, compadecido con nuestras debilidades, no auxilia oportunamente.
Con el capítulo décimo de Marcos, hemos superado ya más de la mitad de este evangelio, y nos aproximamos a la Pasión del Señor. El relato presenta a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que entablan una conversación con Jesús, pidiéndole cuando llegue a la gloria, les permita sentarse a su lado. A esta curiosa petición, Jesús riposta si son capaces de beber el cáliz que beberá, y ser bautizados con el bautismo de fuego que está por recibir, es decir, si son capaces de vivir la Pasión que está por afrontar Él solo. Ellos responderán que son capaces de hacerlo; sin embargo, el Señor les aclara que no es competencia suya conferir puestos, no obstante, ellos puedan beber el mismo cáliz que Jesús. El episodio se cierra con la indignación del resto de los discípulos y el adoctrinamiento por parte de Jesucristo.
III.
Como dijera al comienzo del artículo, hay soledades que nos consumen la vida, pues nos disminuyen, nos cierran en visiones pesimistas y oscurecen los derroteros a recorrer. Esta experiencia se acrecienta si se vive “acompañado”, o lo que es igual: sentir que, a pesar de encontrarte en presencia de otras personas, el mundo se te viene encima y nadie se da cuenta.
Jesús es el hombre que atravesó el cielo —como dice la Carta a los Hebreos—llegando a una identificación sinigual con nosotros, salvo en el pecado, vivió su Pasión radicalmente solo. No porque se cerrara sobre sí mismo, sin compartir con sus allegados; al contrario, Él les anuncia y los prepara para el paso decisivo que está por cumplir cuando se dirige a Jerusalén, pero ellos lo dejan solo. Ellos tienen el corazón distraído en otras cosas que consideran de mayor importancia: la posibilidad de divorciarse, la recompensa por haber dejado lo material por seguir al Maestro, y, este próximo domingo, la “ocasión para enchufarse”, tener un sitial de honor para ejercer el poder desnudo.
Salta a la vista la paciencia de Jesús, del Jesús Maestro: les enseñó sobre la unión que Dios estableció desde la creación; les enseñó sobre Dios, que todo lo puede para quien cree en él, y ahora les enseña —nos enseña— que quien quiera ser el primero, se haga servidor de todos. Hay gobernantes que tiranizan a los suyos; que no sea así entre nosotros, dice el Señor Jesús.