Puerto Ordaz, 13 de marzo de 2019

 

MI ALEGRÍA Y CORONA

Comunicado a toda la familia Loyola Gumilla

 

Querida familia que Dios me dio

¡La paz de Cristo!

El título que encabeza mi comunicado está tomado de la carta a los filipenses, que se leerá este domingo próximo, Segundo Domingo de Cuaresma. San Pablo quiere decir con esta frase que se siente feliz y orgulloso por el modo como la comunidad de Filipos vive su cristianismo, llegando a ser ejemplo para todos, e incluso llegando a ser un ejemplo alternativo para quienes viven interesados únicamente de su propio ombligo y de lo material que aleja de Dios y de las demás personas de buena voluntad, o de los más necesitados.

Todos nosotros hemos sido testigos y víctimas de cuanto sufrimos como nación: gente inocente, trágicamente fallecida, por el solo hecho de estar enferma cuando ocurrió el apagón. Gente buscando y consumiendo agua no apta para el consumo humano, que es más problema que solución. Gente desesperada en busca de alimentos (de este sentimiento, se han aprovechado delincuentes, para saquear sistemáticamente los pocos negocios existentes, agudizando aún más el drama que padecemos). Gente con algo de dinero en el banco, nada de efectivo, pero que no puede usar o porque no alcanza o porque las plataformas no se lo permiten, por falta de conexión telefónica e internet. Gente que ha visto mermar su calidad de vida, estropear sus enseres y comida, por falta de luz. Gente que no trabaja, ergo no produce, porque oficialmente se nos imposibilita para ello. Gente que ve que sus (nuestros) hijos no refuerzan la educación recibida en casa, ni sus conocimientos intelectuales, por mandato gobernativo. Gente que canaliza incluso desproporcionada y vulgarmente todas sus frustraciones a través de chats, grupos de WhatApps, inclusive los de Delegados nuestros, porque no tienen otras vías de catarsis.

Ante este panorama no puedo menos que expresar como responsable primero y último de nuestro hogar, el Colegio Loyola Gumilla, lo que sigue a continuación.

Uno. «Entramos para aprender, salimos para servir», es el saludo diario que recibimos en la fachada de nuestra casa. Para que ello sea posible, es menester garantizar las actividades escolares. Estas actividades miran a reforzar los valores recibidos en casa, al tiempo que se ofrecen contenidos nocionales. El ambiente imperante hoy día coloca a nuestros hijos, incluso por decreto, fuera de nuestro hogar, el Colegio. Aceptar pasivamente este descalabro es hacerle un flaco favor a la educación de nuestros chamos, y al país que tiene sus esperanzas puestas en nosotros. Que el Colegio esté cerrado no significa que nos detengamos en el proceso formativo de aquellos a quienes amamos. Hay que garantizar a toda costa que este proceso no se pare: hemos de servirnos, mientras nos lo permitan, de las plataformas tecnológicas para impartir clases a algún nivel, tareas a realizar y evaluar posteriormente. Hemos de asumir nuestro rol de «padres educadores», que entendemos y promovemos que «el buen estudiante siempre tiene tareas». La suspensión de clases no es sinónimo de vacaciones, sino que es un reto, es decir, el aula se traslada a casa. Achacar a otros —incluso al Colegio, como injustamente ha osado afirmar alguno— la inercia ambiental que pretende promoverse, es seguirle el juego a los promotores de esa dinámica. El mayor aporte que podemos dar a nuestro rico pobre país es producir.

Dos. Por lo dicho anteriormente, debo reiterar que todos estamos del mismo lado, o lo que es igual, nuestro principio y fundamento son nuestros hijos, su bienestar, su crecimiento, sus estudios. Su seguridad y paz son nuestras primeras preocupaciones, y estamos dispuestos a todo para que ello sea así, y no solo palabras. Las palabras más bellas son los hechos. No haremos nada que ponga en riesgo la educación de los hijos, ni su seguridad, ni su paz.

Tres. Para que el proceso educativo no se estanque, como deseen irracionalmente ciertos actores sociales, la directiva del Colegio está haciendo uso de lo que hoy se echa muy en falta, o sea, la sindéresis. Hay que programar y promover planes alternativos razonables, factibles, que nos involucran responsablemente a todos, porque todos amamos a nuestros hijos y porque los amamos es que solo queremos lo mejor para ellos.

Cuatro. En la Biblia aparece dos veces, hasta donde me alcanza la memoria, una frase que para mí es inspiradora: «el oro se acrisola en el fuego». En la actualidad, vivimos días de fuego, que arden e incluso queman vidas enteras. Ahora bien, los que logremos superar gracias también a nuestro andamiaje espiritual esta prueba de fuego, brillaremos y traeremos luz a nuestra Venezuela sumida en tinieblas y apagones. Esto implica aunar esfuerzos, remar en la misma dirección, orar mucho, es decir, oír la palabra cuaresmal del Señor, en búsqueda de más energías que nos permitan continuar en un proceso en el que todos tenemos algo que aprender diariamente.

Quinto. La Cuaresma es el tiempo especial donde, como cristianos, acompañamos al Señor que va camino de la cruz, el Viernes Santo. Nosotros lo acompañamos cargados de pesadas e injustas cruces. Estas cruces Dios no las quiere. Nosotros tampoco las queremos. Por eso, asumimos el compromiso «de bajar de la cruz» a los actuales crucificados, y bajarnos también nosotros. Tenemos este tiempo litúrgico para hacerlo. Jesús no terminó sus días en la cruz, sino que Dios nuestro Padre lo resucitó, el Domingo de Resurrección.

Nuestro Viernes Santo se ha prolongado. Sin embargo, lo que nos anima a seguir es la fe y la esperanza en que pronto viviremos nuestro Domingo de Resurrección. El Señor nos bendiga a todos. El Señor bendiga a Venezuela. El Señor bendiga y proteja nuestra familia, Colegio Loyola Gumilla. Para que esto sea así, los invito a que colaboremos todos, del mismo modo que, por ejemplo, algunos de ustedes están colaborando con la limpieza de las áreas verdes del Colegio, para que haya siempre más verde. Mi alegría y mi corona. «Entramos para aprender, salimos para servir». Así sea.

 

Luis Ovando Hernández, s. j.
Rector