Puerto Ordaz, 26 de febrero de 2020

 

 

«DE DOS EN DOS ENTRARON CON NOÉ EN EL ARCA»

Comunicado a los Padres y Representantes

propietarios o tenedores de mascotas

 

 

Estimados Padres y Representantes

¡La paz de Cristo!

 

Hoy celebramos el Miércoles de Cenizas, que inaugura la Cuaresma como tiempo litúrgico especial de llamado a convertirnos cada vez más a Dios y a su proyecto para con nosotros.

Deseo compartir con ustedes un par de ideas que buscan hacer del Colegio Loyola Gumilla un espacio normado por unos principios que todos conocemos y acatamos, pues estamos conscientes que su cumplimiento supone un beneficio para el colectivo educativo, y no solo para situaciones particulares.

El título de este comunicado puede dar una pista del tema central, pues está tomado del pasaje bíblico del Arca de Noé, quien, ante la inminencia del diluvio, construyó un Arca donde refugiarse él, su familia y la especie animal: hay unos pocos Padres o Representantes —muy pocos, realmente— que están trayendo sus mascotas al Colegio. Esta práctica no puede ser consuetudinaria ni debe permitirse. La razón de esta prohibición salta a la vista, pero no está de más ahondar en la cuestión, dado que para los propietarios o tenedores de mascotas que las traen al Colegio no ha sido tan evidente ni convincente los motivos aducidos, y se refugian en sus propios argumentos, respetables ciertamente, pero que no toman en consideración el colectivo.

El Colegio Loyola Gumilla está asentado en veintidós hectáreas de terreno, cuyas tierras en su mayoría permanecen vírgenes. Acá tenemos monos —muchos monos— culebras, y quien más tenga más le ponga. Este ambiente tiene más de privilegio que de desventaja, porque fomenta la educación ecológica y el amor por la naturaleza (por otro lado, existen estudios serísimos del bienestar de las mascotas en su interacción con los seres humanos. Nada de esto lo discuto). Al abordar a quienes sistemáticamente traen a sus mascotas al Colegio, pidiéndoles no lo hagan más, alegan que por qué no hacemos algo con la presencia de los monos y demás animales presentes. Si a ver vamos, monos y demás fauna conocida estaban antes que nosotros, no obstante cumplamos cincuenta y cinco años de fundados. Es decir, los “intrusos” somos nosotros; no ellos. Segundo, acá me estoy refiriendo a mascotas, o sea, animales domesticados. Los animales presentes en el Colegio no son mascotas, sino que viven en su hábitat natural.

El argumento más recurrente es “¿Por qué a mí?”, “No soy el único representante que trae su mascota, pero sí soy el único al que se aborda”…, etc. En honor a la verdad, a Dios gracias, los padres y representantes tenedores de mascotas que las traen reincidentemente al Colegio se pueden contar con los dedos de una sola mano. Ahora bien, independientemente del número de tenedores de mascotas, que traen sus animales al Colegio, queda prohibida la presencia de mascotas en las instalaciones del Colegio Loyola Gumilla. Permita el Señor Dios que todos nos demos cuenta de que el Colegio no está hecho a la medida de situaciones y/o necesidades particulares, sino que este instituto educativo posee áreas de uso común, donde se dan aglomeraciones de personas, de acuerdo a un horario y dinámicas escolares, y posee unas normas.

Para nadie es un secreto que fueron aprobados los Acuerdos de Paz, Convivencia Escolar y Comunitaria. Estos Acuerdos son nuestra “constitución”, es decir, las normas que rigen nuestra cotidianidad precisamente para evitar ser presa de iniciativas personales y/o arbitrariedades que no toman en consideración el grupo, el sentido común, el bienestar de todos.

Es mi intención invertir energías mentales, espirituales e incluso físicas, en crear un ambiente que favorezca la razón de ser primera y última del Colegio, o sea, es un centro educativo, de formación. Para ello, estamos insistiendo en algunas dinámicas presentes que desdicen el decoro y el buen ambiente del Colegio.

En esta misma línea, las instalaciones deportivas, los estacionamientos y los demás espacios no son áreas para mascotas. Por otro lado, estoy consciente que las mascotas puedan permanecer en los carros, por razones varias. Eso no lo discuto. Llamo la atención a esa actitud que no se comprende de pasearse con la mascota por un Colegio hecho a la medida: “¿Dónde lo dejo?”, “¿A quién molesta?”… es suficiente con que las mil cuatrocientas sesenta familias que hacemos vida aquí razonemos de igual forma para que se dé lo que los psicólogos llaman “el síndrome del Arca de Noé”. Si una norma de este tipo la respetamos, p. e., en los supermercados, ¿No podemos respetarla en el Colegio? ¿Qué le ha hecho el Colegio a Usted para que contravenga esta norma?

Termino como inicié. Estamos en Cuaresma: el tiempo para que nos convirtamos a Dios. Creo sea una buena ocasión para convertirnos siempre más y más, y nos demos cuenta que la mayor expresión del Amor es aquella que está atenta al grupo, a sus necesidades. La conversión, para que sea duradera, debe nacer de dentro. Una medida como prohibir el ingreso a padres y representantes tenedores de mascotas dura poco y da escasos resultados; en cambio, la persona tenedora de mascota que interioriza la norma la cumple con más facilidad, pues tiene ante sus ojos el bienestar del grupo.

Nos bendiga el Señor a todos, y nos conceda la gracia de vivir santamente esta Cuaresma 2020.

De ustedes,

Luis Ovando Hernández S.J.
Rector