Puerto Ordaz, 18 de febrero de 2020

 

55 ANIVERSARIO DEL COLEGIO LOYOLA GUMILLA

Conversatorio con los Padres y Representantes

Puerto Ordaz, 03 al 05 de febrero de 2020

 

 

INTRODUCCIÓN

Quiero agradecer a todos ustedes por su presencia fiel en el Colegio, que es la casa común de todos, especialmente representa el segundo hogar de nuestros hijos, donde pasan la mayor parte del tiempo, reforzando los valores que reciben en casa, mientras nosotros les damos también conocimientos acordes a sus edades.

La reunión de hoy es un conversatorio. Deseamos hacer algunos planteamientos con el simple objetivo de oírlos y, a partir de ahí, tomar una serie de decisiones con el apoyo de cada uno de los presentes. Buscamos, pues, consolidar un piso donde apoyarnos para lo que vendrá.

Este diálogo lo hacemos, además, en el marco de los 55 Aniversario del Colegio Loyola Gumilla, recurrencia que nos exige recrearnos si pretendemos continuar brindando el servicio que durante todo este tiempo, con distintos actores y contextos diferentes, pero con el único propósito que perdura, es decir formar generaciones que valoren sobremanera el servicio como camino para la propia realización y el bienestar de Venezuela.

 

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Para nadie es una sorpresa afirmar que el país está inmerso en una profunda zozobra. No es una toma de posición política, sino de contacto con el cotidiano de la realidad.

Es nefasto tener tres Asambleas: la Asamblea Legislativa, que elegimos la mayoría de los venezolanos, y que hoy día está mermada, bien por diputados, inhabilitados, encarcelados y perseguidos. Después está la asamblea constituyente, o entelequia que se fabricó el ejecutivo nacional para barnizar de legalidad sus controversiales y en muchas ocasiones arbitrarias decisiones. Finalmente, hemos sido testigos (víctimas, sería más exacto decir) del surgimiento de “otra” asamblea en el seno mismo de la Asamblea Legislativa, originando un caos que amenaza con llevarnos a un abismo del que difícilmente saldremos si caemos en él.

En este clima de incertidumbres, deberían darse unas elecciones legislativas en marzo próximo, pero que, por ser este el ambiente dominante, nos sitúan en el dilema de si asistir o no al llamado.

Si nos vamos al plano económico, nos hallamos inmersos en una de las peores crisis planetarias, sin que se atisben voluntades para superarla. Si bien es cierto que el año pasado la inflación no cerró en seis dígitos, sí lo hizo en cinco, siendo la inflación más alta del mundo, compitiendo con un par de países africanos. El salario mínimo es vergonzoso, así como los aumentos del gobierno, pues funcionan como combustible para subidas descalabradas y especulación pecaminosa en los precios de los productos. Las reservas internacionales están en rojo. La presencia del dólar en las transacciones menudas ha aumentado, pero es un proceso mal llevado. Se nos ha impuesto por la fuerza, a conveniencia de unos pocos. Quienes tienen la suerte de poseerlos pertenecen a la así llamada “burbuja de bienestar”, que no supera el 20% de la población nacional, que se permiten hacer mercado en los bodegones, lugares donde se expenden productos inaccesibles para la mayoría de nosotros. Al ser un país “extractivista”, económicamente hablando, solo se está extrayendo oro, para beneficio de una minúscula élite, pues el petróleo no se produce ya (esto explica, en algún sentido, la escasez de gasolina, cuyas colas nos están consumiendo la vida). Se le está haciendo un daño simpar al sur de nuestro estado, por la avaricia inconsciente de unos pocos, que piensan únicamente en engrosar sus bolsillos, independientemente de que con ello mermen la naturaleza exuberante que Dios nos regaló. Al país le falta poco por detenerse.

En el plano social, somos una Venezuela desencajada, triste, famélica, enferma. La muerte nos respira al oído, amenazando nuestras empobrecidas existencias. Estamos inmovilizados, sin alternativas y a un paso de caer en una depresión social sin parangón. Las familias están divididas, nostálgicamente fracturadas. El hampa ha encontrado métodos malvadamente creativos, donde desconciertan las macabras noticias de masacres al mejor estilo mafioso.

Finalmente, para no extenderme demasiado, está la cuestión educativa. Somos testigos, pareciera, de que el Estado quiere borrar la educación del mapa nacional. Hay 509 colegios, entre públicos y privados, que no se han registrado aún en el MPPE. El Año Académico pasado hubo 20 colegios privados obligados a cerrar sus puertas, pues no soportaron la presión infligida. Los edificios están siendo desmantelados, los implementos rematados: a docentes y personal obrero, por ejemplo, se les llegó a cancelar sus prestaciones con los aires acondicionados. Las horas de las materias científicas fueron recortadas. Los docentes se van en bandadas. No hay personas que deseen trabajar en mantenimiento y limpieza. Algunos de nuestros hijos no ven la educación como opción para garantizarse un futuro estable y promisorio. Algunos padres y representantes no desean ejercer su rol de responsables, de marcar coto y límites a sus hijos. Fe y Alegría está por desaparecer o, en el mejor de los casos, cambiar de naturaleza. Si Puerto Ordaz se detiene, como vaticinan algunos, la UCAB deberá cerrar sus puertas.

 

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Por muy paradójico que suene, el Colegio Loyola Gumilla aumentó el número de sus estudiantes. Tenemos el personal completo, y se están haciendo modestas inversiones, pero endeudándonos. No podemos continuar como estamos.

En el camino hacia sus 55 años de fundado, el Colegio se ha caracterizado por ser un colegio subvencionado. Así ocurrió, en primer lugar, con la Corporación Venezolana de Guayana, que cubría por entero los gastos a nivel de infraestructura. Después supimos de la ayuda económica de la Asociación Venezolana de Educación Católica, que cubría la nómina del personal, e incluso se dio un momento en que ambas instituciones auxiliaron al Colegio Loyola Gumilla, siendo entonces su mejor etapa. Por último, los Padres Jesuitas han dado su aporte a través de ayudas externas, amistades y benefactores dispuestos a colaborar con las obras de la Compañía de Jesús.

Al día de hoy, el personal del Colegio está, en algún sentido, sosteniendo la dinámica cotidiana. Quien menos gana de los nuestros, devenga $ 5,00. El directivo de mayor rango gana $ 40,00. ¿Quién sobrevive con estos sueldos?

Todos ustedes son testigos de primera mano de los esfuerzos que se hacen, también con la colaboración y fidelidad de ustedes (y la generosidad a toda prueba de unos pocos), por mantenernos en unas mensualidades razonables. No obstante, la realidad nos está forzando a repensarlo todo, de manera que nos podamos independizar de una vez por todas, y que los representantes deben responsabilizarse por entero del Colegio, apoyando con determinación las pautas de la Dirección.

Les pongo un par de ejemplos para que nos entendamos de qué estoy hablando. El MPPE, a través del SUNDEE, prohíbe cobrar a representantes morosos la deuda respectiva al costo de la mensualidad actual. Es decir, un representante que canceló solamente la reinscripción, después de diez meses pretende pagar el monto adeudado con una tarifa devaluada, irreal e intrascendente. Se les debería pechar obligándolo a cancelar a partir del monto último vigente. Otro ejemplo: el presupuesto aprobado en Asamblea en el mes de diciembre equivalía a $ 15,00 la mensualidad; a la fecha de hoy, esa mensualidad se deprimió siendo de $ 8,00. La diferencia nos afecta notoriamente, y aún no aplicamos ningún reajuste. Es necesario “completar la tarea”, aplicando los ajustes al tiempo real. Para que esto sea así, se requiere de un consenso lo más amplio posible.

La fecha del Aniversario es una buena ocasión para relanzar el Colegio que soñamos. No se trata ahora solo de resistir, sino que tenemos que planificarnos si no queremos correr la misma suerte de otras instituciones. No es la primera vez que la realidad amenaza al Colegio, así como tampoco es la primera vez que la encaramos con decisión e inteligencia, incluso espiritual. Contamos con el auxilio divino, ahora hay que echarle una mano al Buen Dios para que las cosas buenas que tiene para nosotros, se concreten.

Hablemos, entonces, ¿por dónde debemos continuar ante tanta incertidumbre que nos rodea, y padecemos? Los queremos escuchar con atención e interés. A ustedes la palabra. Gracias por su paciencia.

 

Luis Ovando Hernández S.J.
Rector