Los primeros jesuitas llegaron en 1916 a Venezuela para dirigir el Seminario de Caracas y la  formación de sacerdotes. Habían sido expulsados en 1767 de España y de sus dominios, por el rey Carlos III, y en 1848 el presidente José Tadeo Monagas les prohibió la entrada por considerarlos  peligrosos.  De manera que los dos primeros jesuitas entraron semi-legales y también semi-clandestinos con la recomendación del Nuncio de que se identificaran como sacerdotes, pero no como jesuitas.

Los jesuitas llegaron para reforzar a la Iglesia en Venezuela con la formación del clero. De ahí, pronto  se abrieron a la formación de laicos católicos con  la fundación de sus colegios, en los que siempre iban a pretender la excelencia humana y académica: San Ignacio de Caracas (1923), el internado San José de Mérida (1927), San Luis Gonzaga de Maracaibo (1945), Javier de Barquisimeto (1953), Jesús Obrero de Catia, Caracas (1948), Loyola-Gumilla de Puerto Ordaz (1965). Un jesuita, el P. Carlos Guillermo Plaza, habría de ser  el hombre clave en la fundación en 1945  de la AVEC (Asociación Venezolana de Educación Católica), que agrupa a todos los centros educativos de la Iglesia Católica. Otro jesuita, el P. Plaza, fue el animador principal para que se fundara en  1953 la Universidad Católica, la primera universidad privada en Venezuela, verdadero acto de audacia, pues apenas cinco años antes se discutía en el Congreso y en el mundo político si los jesuitas debían ser expulsados del país. Hoy hay en Venezuela una docena de universidades católicas, siete de fundación jesuita. De la Universidad Católica de Caracas,  salió el P. Vélaz y un grupo de estudiantes universitarios que, junto a la generosidad sin límites de Abrahán Reyes y su esposa Patricia, posibilitaron el nacimiento en 1955 de Fe y Alegría, en un  rancho del  23 de enero. Hoy 60 años después, Fe y Alegría es un inmenso movimiento internacional de educación popular y promoción social en 21 naciones con más de millón y medio de alumnos.

Escapa a los límites del artículo enumerar todas las obras que, junto a numerosos  laicos,  hoy llevan a cabo los jesuitas en Venezuela: Pero habría  que mencionar, al menos,  la extraordinaria labor social y comunicacional del Centro Gumilla, lector infatigable de la realidad venezolana desde los intereses de los más pobres,  con sus revistas SIC,  Comunicación y otras publicaciones; la labor en investigación y promoción de la educación que lleva a cabo el CERPE (Centro de Reflexión y Producción Educativa); el trabajo pastoral de sus parroquias, casas de Ejercicios Espirituales y centros de espiritualidad; el trabajo juvenil y de liderazgo del movimiento Huellas y Brújula; millones de niños venezolanos han aprendido a leer con los libros de Distribuidora Estudios; y resulta imposible nombrar las  actividades  de promoción humana, social y espiritual, nacidas a la sombra de sus principales obras y programas.

Joven a sus 100 años, hoy la Compañía de Jesús, cada vez más venezolana y enraizada en la entraña del pueblo, manifiesta una gran vitalidad. Su fortaleza nace de una fuerte espiritualidad  que busca formar “hombres y mujeres para los demás”, conscientes, competentes, compasivos y comprometidos en  la construcción de un país y de un mundo justo y fraternal según el proyecto de Jesús, que inspira su compromiso.  Su lema “en todo amar y servir a todos” expresa una decisión radical de gastar la vida en el servicio desinteresado a los demás.

Por: Antonio Pérez Esclarín (pesclarin@gmail.com)

@pesclarin / www.antonioperezesclarin.com