Puerto Ordaz, 15 de enero de 2018

Querido maestro, querido profesor

Las realidades importantes de esta vida suelen celebrarse anualmente. Una vez más, desde 1945, nos sale al paso la conmemoración de nuestra vocación docente. Viviremos pues la experiencia de renovar nuestra profesión en una Venezuela del todo inédita.

Nosotros tenemos la grave responsabilidad de transmitir unos conocimientos, pero por encima de todo esta gravedad estriba en que hemos de educar a los niños y jóvenes para la vida; vida que en principio ha de hacerse en Venezuela: vida que está severamente amenazada desde todos los ámbitos que se mire.

Por lo que al Colegio respecta, es urgente sembrar esperanza, para que crezca y se comparta entre todos. Esta lamentable situación que nos ha tocado padecer, nos exige como nunca antes un andamiaje humano–espiritual para hacerle frente, de modo que podamos salir airosos.

La esperanza ha de traducirse en acompañarnos mutuamente, cuidando lo más posible a cada uno, institucional y personalmente. Asimismo, esta esperanza debe compartirse con los niños y jóvenes, y con sus padres y representantes, de modo que nos sobrellevemos recíprocamente todos.

En un contexto donde escasean todos los bienes básicos a que tenemos derechos, les animo a compartir como nunca antes el amor por la docencia, traducido en servicio a la familia Loyola Gumilla.

La enseñanza apela a la creatividad, a aprovechar las oportunidades por muy discretas que sean. No nos podemos dar por vencidos, sin haber dado la justa pelea, inherente al ser maestro.

De cara a Dios, siempre seremos discípulos, alumnos; entre nosotros, sin embargo, algunos cultivamos de tal manera la propia existencia y unas competencias, que nos hacemos maestros de otros. Sirva esta doble perspectiva de una sola realidad para que vivamos nuestro día en comunión con nuestro hermoso país.

El Buen Dios, de quien Jesús aprendió todo cuanto nos supo enseñar, nos bendiga y proteja abundantemente, siempre.

Suyo en Cristo,

Luis Ovando Hernández S.J.
Rector